miércoles, 13 de noviembre de 2013

El buzón

-Lo primero que voy a hacer es poner el cartelito del buzón.
   
    Casualidad entró girando lentamente la llave en la cerradura del bloque. Era una puerta de madera enorme, de esas que te transmiten tal seguridad que parece como si se tratara de la puerta de un castillo medieval, del mayor rey que pudiera existir, con foso y cocodrilos incluido.
   Toda esa seguridad para proteger lo que más quería; crecer junto a su amiga en esa nueva casa, en ese nuevo proyecto. 
   Casualidad siempre tenía que estar trabajando en un proyecto, si no se marchitaba como las margaritas que reciben demasiado sol y muy poca lluvia. El sol era la ilusión que le hacía imposible dejar algo a la mitad, luchar con todas sus fuerzas para lograrlo, aunque se quedara sedienta y exhausta la mayoría de las veces, conservar la ilusión podía ser más difícil de lo que parecía. La lluvia era el alivio que le trasmitía ver que poco a poco lograba progresos, esos pequeños detalles que ya su mente había imaginado en el principio del proceso. Por eso si había mucha ilusión y poco progreso podía llegar a marchitarse y, aunque nunca lo admitiría delante de nadie, llorar en el caso en el que no se produjera nada de  lluvia.

Entró dando pasos lentos y teatralmente largos. El abrigo le quedaba grande, pero eso le gustaba, podía esconder las manos para calentárselas, lo que era mejor que estirarse por las mañana o recogerle una moneda a una señora mayor a la que se le acaba de caer. Era marrón, sus botones eran los típicos botones clásicos, lo había comprado justo por eso, demasiado único y vulgar a la vez, hacía que le dieran ganas de darle un sentido ¿o quizá lo había heredado?, qué más da ahora, ella simplemente no tenía frío, que es lo importante, no, ya había pasado suficiente frío.

Al llegar al interior del recibidor fue directa a los buzones y buscó el suyo. El cartel con el nombre del anterior dueño había desaparecido, haciendo que de él el único con un hueco vacío para ese dato, el nombre, aquello que tantos disgustos le había traído cuando era pequeña y que había aprendido a ir aceptando y queriendo. Sería bonito poner por cuarta vez con orgullo su nombre en un lugar tan especial como el buzón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pásalo por la ranura de su puerta, enseguida se darán cuenta y habrá una nueva pelea por ver quién llega antes ¡Vaya dos!.