martes, 17 de mayo de 2011

La piedra.

¿Qué había por la calle?, pues gente, mucha gente, y encima de que me encontraba en uno de esos días en los que te preguntas-¿Esa señora por qué parece triste? o, -Me gustaría saber por qué sonríe ese bebé-, tenía lo del ''alquiler''. 
 
-Ya no me puedo fiar de Casualidad, aunque es lo único que puedo hacer en este momento, porque, es ella la que me ha metido en este embrollo y se me hundo, ¡JÁ!, si me hundo, ella se hunde conmigo, eso seguro...


De repente la vi, una pequeña piedra en el suelo, de apenas unos dos centímetros en retroceso, no es que me interesara a estas alturas de mi vida por una piedra en mitad de un calle, pero es que era especial, tenía dibujado un símbolo pi (π) y después de hipnotizarme durante 3.14 segundos, le di un puntapié, con tan mala suerte, que se desvió de su trayectoria y golpeó en el tobillo a un inocente muchacho, (que por detrás tenía pintas de guaperas), pero antes de que se girara para averiguar qué ser despreciable se la había tirado, y encontrarme a mi con pintas desaliñadas, mi pelo recogido en un apurado moño y mi cara de tierra trágame-tomate, me metí en el primer establecimiento que me ofrecía una puerta por la que escapar.


                                                                                                Ápice

miércoles, 20 de abril de 2011

La mañana empezaba a hacerse cada vez más luminosa, lo supe porque el resplandor del sol se reflejaba en la mesa, y mi mano podía encontrarse con su sombra en ella. Era lo único a lo que se me antojaba mirar mientras intentaba empezar a explicárselo a Ápice con total claridad. Nunca me había costado expresarme, es más, siempre tenía algo que decir, y eso me había traido problemas más de una vez, a nadie le agrada saber la cruda realidad a la cara, aunque después se enfadan si no se la dices. A lo que íbamos, nunca me había costado mucho expresarme, de pequeña incluso escribía cuentos a tutiplén, era una de las cosas que más me gustaba.  Pero ahora eso no servía de nada  porque  las palabras no salían de mi boca y Ápice tenía cara de haber visto un fantasma.
  -Pues si no te gusta el café te lo tomas de todas formas, a lo mejor te llevas una sorpresa. Es de lo que te quiero hablar, de las sorpresas que nos puede dar la vida, y de que no se puede juzgar a las cosas por lo que te digan los demás, pero bueno eso lo sabrás tú mejor que yo, siempre estás repitiéndome esos rollos...
Ápice pegó un trago a su bebida y parpadeó con entusiasmo.
-Esto no es café, es chocolate, ¿porque no me lo has dicho desde el principio?, ¡qué tonta eres!.
-¿Me creería si te dijera que lo he hecho para poder decirte lo que te acabo de decir?.
-Me tienes cada vez más intrigada, ¿vas a contarme ya las condiciones de este ático, nuestro hogar,? ¿sí o sí?.
-Bueno, si ya estás preparada...pero quiero que recuerdes que al principio estabas enfadada porque pensabas que era café, pero después de probarlo un poco te diste cuenta de que era algo bueno, chocolate.
-Que sí, jopetas, empieza ya, que no te voy a matar, ¿cuánto cuesta el alquiler?.
-Redecorarlo, ese es lo que cuesta este ático, tenemos que redecorarlo, de arriba abajo, bueno más bien de derecha a izquierda, o del techo al suelo, del este al oeste...
-Vale me ha quedado claro. ¡¡Redecorarlo!!.¿cómo que redecorarlo?, ¿estás loca?, ¿pero qué clase de alquiler es ese?.
-Uno especial, diferente a cualquier otro, por eso decidí que este era nuestro destino.
-No me tendría que haber fiado de ti, cuando te dejas llevar por la vena artística me pones mala...
-Tranquila ya compartiré contigo algo de mi talento, cuando decores tu habitación, veré como se puede solucionar...
Ápice me miró severamente, abrió la boca y miró a su alrededor lentamente.
-¡Pero si ni siquiera sabemos que gusto tienen, ni si son unos estirados o les va más lo hippie.
-Pues eso es lo bueno, que quieren que nosotras elijamos todo, que escojamos lo que más nos guste con total libertad.
-¿Y cuánto tiempo tenemos?, me refiero, ¿por cuánto tiempo nos lo alquilan?, porque eso conlleva el ''precio'', si tenemos poco tiempo y que redecorar toda la casa nos va a salir el tiro por la culata.
-Indefinido.
-Que no infinito.
-Exacto.
-¿Y por qué nosotras?, ¿qué tenemos de especiales?, ¿no podían haber escogido a un estudiante de diseño de interiores?.
-Mírame Ápice, tú y yo somos diferentes, lo único que nos hace falta en esta vida es un ápice de casualidad, y este es el nuestro.
-Redecorarlo, ¡Jó!, mira que tiene chispa el alquiler...
-¡Ah!, casi se me olvida, el alquiler es redecorarlo y 10 euros a la semana.
-Bueno mira, por lo menos tiene algo de normal, nos piden dinero, aunque sean diez euros. En buena me has metido cafre.....
Se levantó rápido de la silla y me alborotó el pelo antes de salir corriendo por la puerta del ático.

                                                                                                          Casualidad

martes, 12 de abril de 2011

''Escondido''

Me escondo todavía en la mente de mi autora, pero ya tengo sentimientos ¿sabes?, ya tengo trama, ¡qué concholes!, ya puedo sentir hasta el dolor y la locura. Sé que nada más que las teclas empiecen a escribir mi historia, tendré un sentido y aunque no queráis ya os sentiréis parte de mi mundo. De momento me encuentro en un lugar agradable, la luz entra por la ventana, si es que aquí hay de eso, a mi lado se encuentran algunas entradas, las ''guardadas en borradores'' y ¡me encanta!, porque soy el primero en leerlas, ¿qué por qué están aquí?, porque todavía no tienen los últimos toques para salir a la luz o son demasiado emocionalmente privadas, pero la mayoría buscan el último soplo de inspiración, una inspiración que solo le trae una única persona. Muy pronto sabréis de mi pasado, mi presente y (eso espero), mi futuro. ¡Sed felices! ^^


                                                                                                                     Anónimo
(de momento dejo que Anónimo se quede un ratito más en mi mente, y que solo me cuente sus secretos a mi) :P

domingo, 3 de abril de 2011

Sin preguntas, por favor.

Cuando Casualidad volvió a donde yo me encontraba, traía una mirada ausente.
-¿Ocurre algo?, ¿no van a enviar a alguien para que nos arreglen la persiana?.
-Por supuesto que sí, como me lo iban a negar a mí, JÁ, ¿con quién te crees que hablas?, mañana viene un mozo.
-¿Y cuando te ha dado la agencia el número de los dueños?, ¿Por qué no me lo das a mi también?.
-Ayer mismo me lo facilitaron, y no te lo doy, porque a saber con la de tonterías que los molestarías, seguro que nos terminarían echando a patadas, te conoceré yo bien...
-Que poca confianza, pues que sepas que no es nada justo, pero bueno, dime, ¿qué te han parecido?,¿han sido amables?, ¿Qu....
-Oye mira, eres una pesada y una cotilla, no me lo esperaba de ti, pero ya que hemos sacado el tema cuéntame, ¿de dónde sacas eso de ser una maruja?, ¿te viene de nacimiento o has estado ensayando?.
-Lo tuyo sí que es de nacimiento....
-Tampoco soy tan guapa, bueno, en realidad mi madre me decía siempre que, nada más nacer mi pelo ya era más rubio que el oro, pero....
-Casualidad, dime una cosa y ahora enserio, ¿por qué hemos venido aquí con tanto empeño por tu parte?. No sé si alegrarme o preocuparme por ello, pero fuiste tú la que encontró este lugar, la que lo organizó todo para nuestra rápida mudanza, y la única que sabe, entre otras cosas, la tontería de ¡el precio del alquiler¡. ¿Hay algo que no me has contado de esto?, ¿qué pasa, todo el ático está igual que la persiana?, ¿hecho polvo?.
Casualidad puso cara seria, siendo sincera, muy poco común en ella, lo que hizo que me pusiera blanca como la pared.
-Ven Ápice, vamos a hablar a la cocina.
Cuando llegamos, deslizó una de las sillas azules de madera antigua por el suelo y me ofreció que me sentara.
-Siéntate por favor, voy a preparar un poco de café para que hablemos.
-Lo de sentarme ¿es para que no me de un soponcio?.
Casualidad permanecía de espaldas hacia mi en silencio, durante, para mi gusto, demasiado tiempo, teniendo en cuenta mi recién adquirida taquicardia. Por más que le hacía preguntas, hasta que la espuma de su capuchino no tuvo la adecuada consistencia y mi café no hubo estado en su correspondiente taza, no volvió a pronunciar palabra.
-Bien, Ápice, tenemos que hablar.
Apoyó las dos manos en la encimera, se sostuvo en ella y respiró fuerte. Yo seguía detrás suya, esperando a que me dijera algo, cualquier cosa, pero ¡qué la dijera ya!, porque si esperaba hasta mi funeral, a lo mejor tenía invitados que atender.
Se sentó en la silla que quedaba justamente en frente mía, y tras haber posado cuidadosamente su capuchino y mi café en la mesa, habló (¡por fin!).
-Ápice, no quiero que hagas preguntas, solo que escuches.
-¿Por qué me has hecho un café?, sabes que lo odio....
-Ya has formulado una, mal empezamos....

                                     Ápice.

viernes, 1 de abril de 2011

Ya empieza.

Odio los resúmenes, mira, lo siento, no me gustan, porque abrevian  obras de arte, porque cada palabra del Quijote es importante y cada coma necesaria.
Yo, por ejemplo, no te describiría sin decir que tus animales favoritos son los peces, pero que te da miedo el agua, no diría qué estudiastes, pero diría que todas las tardes mientras repasabas, comías regaliz rojo y que cada vez que hacías un examen tenías mono de él. No voy a decir dónde vives, pero narraré la ilusión con la que todas las mañanas, (que tienes tiempo), sales temprano de tu casa para hacer ejercicio, tampoco diré qué películas vas a ver al cine, solo describiré con que odio  miras a los que se ponen a hablar en plena sesión, o a los que hacen demasiado ruido al comer palomitas. Porque nunca diría que eres especial, eso sería resumirte, simplemente me pasaría horas enteras describiéndote, nombrando los millones de pequeños detalles que forman tu perfección, hasta quedarme hablando solo, con la cara de tonto que me sueles dejar. 
                                                                                                             
                                                                                                                  Todo tuyo Anónimo.
                                                                                                       

jueves, 24 de marzo de 2011

Abrir la persiana.

Ápice me condujo deprisa hasta el pasillo, justo en frente del espacio que separaba un cuarto de otro, en principio, los dos parecían iguales.
-Pues yo los veo iguales.
-Pero si no se ve nada Casualidad, tendremos que abrir las persianas o encender la luz, digo yo.
-Pues eso, que yo los veo iguales, a ver, yo mi cuarto lo quiero principalmente para dormir, y si te soy sincera, cuando es de noche los dos son iguales, es decir, no se ve nada, ¿lo pillas?.
La cara de Ápice no sé si expresaba ganas de pegarme una torta o de echarse a reír, pero opto por no hacer ninguna de las dos cosas.
-Osea, que me puedo quedar yo con el más grande y bonito ¿no?.
-Ni lo sueñes Ápice.
-Pues venga, muévete, tú abre las persianas de este cuarto y yo las de este otro.
-Y ¿cuánto me pagarás?.
-¡Como no te calles te pego una torta!.
-Ves, ¡así me gusta!, que saques tu carácter, que sepas decidirte y no te quedes sin hacer nada, estoy taan orgullosa de ti...
-Casualidad venga ya, que nos dan las uvas, ¡ENTRA EN ESE PUÑETERO CUARTO Y SUBE LAS DICHOSAS PERSIANAS!
-Uf... creo que ese ya no quiere que lo elijas...le das miedo.
Cuando intuí que su mirada quería matarme me metí en el que me había indicado. Hallé a tientas las cortinas, las deslicé un poco para buscar la cuerda de la persiana y justo cuando di un golpe para subirla...¡CRASSH!, se vino a bajo.
-¿Qué ha sido eso Casualidad?
-Nada que creo que has asustado pero de veras a este cuarto, mira mejor te lo quedas tú, y ya hacéis las paces con tranquilidad y esos rollos.
- Tú encima ándate con bromitas, es lo que te falta.
-Pues mi culpa esta vez no ha sido, será de los dueños digo yo, que nos dijeron que todo estaba en buenas condiciones y vengo yo, con la mejor de mis intenciones, y ¿qué me encuentro? ¡una persiana rota, señores!.
-No te quejes tanto, fuiste tú la que quisiste elegir este ático, si no hubieras querido ver ningún otro, bueno, ¿pero elegirlo sin ni siquiera ver este?.
-Tienes razón, mea culpa, no sé-me encogí de hombros- es que tiene algo que me encanta, es mágico, y no te preocupes, que yo hablo con los dueños para que la arreglen. ¿contenta?.
-Si no me cobras por hacer tú esa gestión, ¡feliz de la vida!.
-JÁJÁ, que graciosa, ahora vuelvo.
Saqué mi móvil y miré fijamente los números, pensando a quién llamar...

                                                Casualidad.

viernes, 18 de marzo de 2011

Empecemos bien.

Cuando abrí los ojos, la vi sentada allí, en el quicio de la ventana, sostenía una taza de chocolate y por el humo que salía de ella, supongo que caliente, mientras miraba por el cristal con cara ausente.
-¡Hola!
-Hola, ¿qué hora es?.
-Hora de empezar una vida.
-En ese caso me parece que naceré dentro de unos cinco minutos.
El sofá era tan cómodo que creía que no haría falta ni colocar mi colchón en la cama de la habitación que escogiera. Intentando volver a cerrar los ojos, noté un maravilloso olor a crêpes.
-¿¡Has hecho crêpes!?
-Solo para las que se levantan y actúan como seres humanos.
-Pues entonces, me da que hoy no desayuno.
-Anda venga no seas tonta, que se van a enfriar...
Salté del sofá y fui corriendo a la cocina. Ápice lo había preparado todo con la perfección que la caracterizaba, mi taza estaba milimétricamente alineada con la servilleta y en su interior había un capuchino con la espuma suficiente para sostener una de mis galletitas favoritas, en el centro de la mesa verde había un gran plato con unos seis crêpes doblados justamente por la mitad y alrededor del mismo, tres clases de siropes, chocolate, fresa, y por supuesto, caramelo.
-¡Oh!, no me lo puedo creer...
-Quería que en nuestro primer desayuno no nos faltara de nada, así que me levanté temprano, deshice la caja de la comida y de las tazas, ¡et voilà!
-No, no me refería a eso, no me puedo creer que te hayas olvidado de la nata, no tienes corazón.
Y era verdad, me encantaba chinchar a Ápice, siempre se lo tomaba bien, aunque para seguirme el rollo se hacía la ofendida.
-Si llego a saber que eres una desagradecida, en el capuchino te pongo arsénico...
-Alá, pues sí que ibas tú a empezar el día bien, una carga menos.
Las carcajadas de las que el ático ya estaba prácticamente acostumbrado, retumbaron en el techo e hicieron que en mi capuchino se formaran pequeñas ondas.
Después de desayunar, nos quedamos mirando a las cajas, quizás las dos coincidíamos en pensar que se desharían solas.
-Casualidad, ven vamos a empezar por el principio ¿te parece?, elijamos ya cada una su cuarto.
    Casualidad.

viernes, 11 de marzo de 2011

Aunque todo salga mal.

-Esta es la cuarta vez.

La débil luz de la cocina iluminaba la cara de Casualidad, y como era de esperar tras el largo y movido día de mudanzas, no podíamos con nuestras almas. Ella mantenía los ojos abiertos por educación hacia mi persona, aunque para sujetar el peso de la cabeza se ayudaba de la mano, cuyo brazo estaba apoyado despreocupadamente en la mesa de madera verde.

-¿Decías?


-Que es la cuarta vez que cambiamos de casa, y la verdad, no sé que pensar, porque a la tercera dijimos que iba la vencida.


-No te preocupes Casualidad, verás como aquí estaremos mejor que en cualquier otro sitio.

-¿Segura?

-No, por supuesto que no, pero si algo va mal ¿qué pasa? ¿vamos a llorar?, ¿lloramos las últimas tres veces acaso?.


-Tú sí.

Y era verdad, cada sitio que abandonábamos me recordaba que en realidad no hay un lugar en el mundo para mí, durante un minuto lloraba, pero después me hacía más fuerte y lo volvía a pensar. Nuestro hueco en el mundo se encuentra allá donde vamos, no tiene nombre fijo, somos nosotros mismos, si somos el instrumento por el que viviremos la vida que nos ha tocado ¿por qué no ser nuestro propio lugar en el mundo?. Mis manos son ahora mismo con las que firmaré mi primer contrato de trabajo, con las que acariciaré la mejilla de la persona que ilumine mis días, mis ojos los mismos que verán a mi pelo enblanquecerse, los mismo con los que veré por primera vez a la persona que complementará mi vida y los que no se podrán controlar por sí mismos para no mirarla a casa segundo. Soy yo misma, mi sitio es aquel que esté al lado de las personas que elijo. El lugar no importa, !bah!, es tan solo allí donde puedo colocar mi chaqueta, guardar todas mis libretas y libros, colocar las fotos, colgar los cuadros, un timbre al que llamar, o un sitio donde dormir, pero ni siquiera eso, podríamos dormir en mitad de un bosque, que ese sería nuestro sitio, nuestro presente al menos, y nuestro futuro ya se vería al amanecer.
¿Qué lugar tendría ahora el honor de ser nuestro sitio en el mundo?, de momento este ático.

-¿Sabes qué Ápice?

-Dime Casualidad...

-Que no me importa si sale bien o mal, porque estoy contigo, y sé que aunque nos quedemos debajo de un puente, nunca me vas a abandonar y tampoco vas a dejar de ser mi ''Pepito Grillo'', gracias Ápice.

-¡Huy qué sentimental te estás poniendo!, tú tienes más sueño que un perezoso, vámonos ya a dormir, que mañana es nuestro primer día aquí y tenemos cientos de cosas que hacer.

Esa noche, Casualidad se acostó en el sofá del salón y yo a su lado sobre el suelo en mi saco de dormir, porque además de no haber elegido todavía habitación, no teníamos ganas de ponernos a buscar la caja de las sábanas y hacer las camas.

Aunque pareciese increíble apenas dormimos, estuvimos hablando hasta bien entrada la madrugada, cuando se nos acababan los temas de conversación nos quedábamos en silencio y nos mirábamos, entonces Casualidad decía alguna tontería, yo le replicaba y terminábamos partiéndonos de risa. Nuestro pequeño ático lo escuchó todo y se familiarizó con nuestras voces, porque le prometimos, con mucha ilusión y sueño(s) quedarnos para darle guerra durante un tiempo...indefinido.

Son nuestros.

Nos faltan por hacer tantas cosas...lo primero, vaciar las cajas y cuando nos sobre tiempo, colgar todos los cuadros, ese souvenir tan hortera, del que te encaprichaste en Londres, ¿te acuerdas?....¿Casualidad?. Sinceramente cuando te hablo, no es que me apasione estar buscándote por toda la casa, no sé si lo sabes, pero...

-19, 20, 21 y 22 ¡22!, eso es ummm...

Casualidad acababa de aparecer por los escalones que dan a nuestro ático, con su libreta y su boli, según ella, ''de la suerte''¿tanto aburro a las personas como para que se pongan a contar escalones?. Sinceramente Casualidad era un caso a parte, se le podía denominar persona, pero otras veces más bien pensaba que era digna de estudiar.

-¿¡Se puede saber por qué no me escuchas cuando te hablo¡?

-¿Acaso has dicho algo interesante hoy?, anda pásame ese metro de ahí que voy a medir el ancho y el largo de los escalones...

-Ni de broma, ahora mismo me vas a ayudar a organizarlo todo.

-Ni lo sueñes, hasta mañana no muevo ninguna de esas cajas.

Casualidad señaló a una familia de cajas, que más que numerosa parecía una plaga, ¿cuántas habría?, ¿treinta?, ¿cuarenta?, ¿en cuántas cajas guardarías tú tu vida?.

-Venga, pásamelo, que es importante, además solo voy a tardar un ápice de segundo.

Mi mirada la fulminó, y aunque ella no lo viera su cabeza estalló en mil pedacitos.

-Lo que faltaba, ahora sí que no te lo doy, eres una, una, una...no me vuelvas a hablar en toda la tarde.

Después de un buen rato sentada encima de las cajas viendo como Casualidad medía los escalones triunfante, vino hacia mi, y me pidió perdón, bueno me pidió perdón a su manera, en su libreta hizo un dibujo de nosotras rodeadas de cajas y en el extremo del papel había escrito:

''Por casualidad, ¿quieres ser mi compañera en esta nueva aventura?''.

-Te perdono.

-¿Te he pedido perdón acaso?.

-Casualidad, nos conocemos... ni tú ni yo soportamos que hagan frases con nuestros nombres, y mucho menos a mala leche...

-Cierto.

Se sentó a mi lado con cautela y nos quedamos mirando a los escalones, quién sabe cuánto tiempo pasamos así ¿treinta?, ¿cuarenta minutos?.

''-Venga, pásamelo, que es importante, además solo voy a tardar un ''ápice'' de segundo.''

De pronto me abochorné de mi misma, avergonzarme de mi propio nombre no tenía perdón.

-Ven Casualidad.

Me asomé a la ventana y le indiqué a mi amiga que se colocara a mi lado.

-¿Qué pasa?

-Chilla tu nombre, venga, dilo bien alto, que todos los que pasen por ahí abajo se enteren, grita tu nombre y acéptalo tal y como es.

-Solo si tú haces lo mismo, ¿lo prometes?.

Me asomé a la ventana e hice algo que los demás calificarían de vergüenza ajena.

-¡¡¡Ápice!!!.

Casualidad se empezó a reír, me miró con cara de complicidad y siguió mis pasos.

-¡¡¡Casualidad!!!.

Nuestros nombres volaron por el aire, hicieron levantar la mirada a más de uno y rozaron caprichosamente los tejados de los edificios cercanos.¡Vaya dos locas que gritan a los cuatro vientos sus ganas de comerse el mundo!.


Ápice .

martes, 8 de marzo de 2011

Plaga de cajas

-Sí, por favor, déjelo por ahí.

-¿Por dónde?

-Un segundo...., ¡CASUALIDAD!, ¿subes o subes?.

-No sé si la casualidad subirá, pero mi destino ahora es marcharme.

No pasa nada, ya estaba acostumbrada a la cara que se le solía quedar a la gente cuando hablo de ella o con ella, pero para no romper la estúpida tradición de darle explicaciones a todos (como si fuese necesario), se lo dije.


-No se preocupe, no estoy loca, Casualidad es mi compañera de piso.

-Pues que...bonito nombre.

Casualidad apareció escalones arriba lentamente, seguramente contándolos.

-No puedo creer que haya tantos escalones, y ¿qué pasa si...?

-Casualidad, eres una exagerada, hacer un poco de ejercicio diario no nos vendrá mal.

-No en serio, imagínatelo, un día me estoy tomando un helado de chocolate mientras que monto en patines, se me cae al suelo, me resbalo, me caigo, me llevas al hospital y claro...mala cosa, escayola y para cuatro meses, y ahora dime, ¡DÍME! ¿cómo podrá llegar todos los días el pizzero hasta aquí sin pedir propina extra?.

-Eh...muchas gracias ya puede irse, dígales a los de la agencia que nos envíen una copia del contrato, y tome propina, que ha hecho usted mucho esfuerzo.

-No te pases con su propina, tenemos que ahorrar para la del pizzero, ¿ves? un problema más...

-¿No quieren las señoritas que las ayude a cargar lo que queda abajo?.

-No, muy amable, creo que Casualidad va a encargarse de eso, ya sabe, para aprovechar el tiempo hasta que se rompa una pierna...

-Sí, sí tu ríete, pero que sepas que vas a ser tú la que pague todas las propinas y si me apuras ¡las pizzas!.


Ápice.