jueves, 24 de marzo de 2011

Abrir la persiana.

Ápice me condujo deprisa hasta el pasillo, justo en frente del espacio que separaba un cuarto de otro, en principio, los dos parecían iguales.
-Pues yo los veo iguales.
-Pero si no se ve nada Casualidad, tendremos que abrir las persianas o encender la luz, digo yo.
-Pues eso, que yo los veo iguales, a ver, yo mi cuarto lo quiero principalmente para dormir, y si te soy sincera, cuando es de noche los dos son iguales, es decir, no se ve nada, ¿lo pillas?.
La cara de Ápice no sé si expresaba ganas de pegarme una torta o de echarse a reír, pero opto por no hacer ninguna de las dos cosas.
-Osea, que me puedo quedar yo con el más grande y bonito ¿no?.
-Ni lo sueñes Ápice.
-Pues venga, muévete, tú abre las persianas de este cuarto y yo las de este otro.
-Y ¿cuánto me pagarás?.
-¡Como no te calles te pego una torta!.
-Ves, ¡así me gusta!, que saques tu carácter, que sepas decidirte y no te quedes sin hacer nada, estoy taan orgullosa de ti...
-Casualidad venga ya, que nos dan las uvas, ¡ENTRA EN ESE PUÑETERO CUARTO Y SUBE LAS DICHOSAS PERSIANAS!
-Uf... creo que ese ya no quiere que lo elijas...le das miedo.
Cuando intuí que su mirada quería matarme me metí en el que me había indicado. Hallé a tientas las cortinas, las deslicé un poco para buscar la cuerda de la persiana y justo cuando di un golpe para subirla...¡CRASSH!, se vino a bajo.
-¿Qué ha sido eso Casualidad?
-Nada que creo que has asustado pero de veras a este cuarto, mira mejor te lo quedas tú, y ya hacéis las paces con tranquilidad y esos rollos.
- Tú encima ándate con bromitas, es lo que te falta.
-Pues mi culpa esta vez no ha sido, será de los dueños digo yo, que nos dijeron que todo estaba en buenas condiciones y vengo yo, con la mejor de mis intenciones, y ¿qué me encuentro? ¡una persiana rota, señores!.
-No te quejes tanto, fuiste tú la que quisiste elegir este ático, si no hubieras querido ver ningún otro, bueno, ¿pero elegirlo sin ni siquiera ver este?.
-Tienes razón, mea culpa, no sé-me encogí de hombros- es que tiene algo que me encanta, es mágico, y no te preocupes, que yo hablo con los dueños para que la arreglen. ¿contenta?.
-Si no me cobras por hacer tú esa gestión, ¡feliz de la vida!.
-JÁJÁ, que graciosa, ahora vuelvo.
Saqué mi móvil y miré fijamente los números, pensando a quién llamar...

                                                Casualidad.

viernes, 18 de marzo de 2011

Empecemos bien.

Cuando abrí los ojos, la vi sentada allí, en el quicio de la ventana, sostenía una taza de chocolate y por el humo que salía de ella, supongo que caliente, mientras miraba por el cristal con cara ausente.
-¡Hola!
-Hola, ¿qué hora es?.
-Hora de empezar una vida.
-En ese caso me parece que naceré dentro de unos cinco minutos.
El sofá era tan cómodo que creía que no haría falta ni colocar mi colchón en la cama de la habitación que escogiera. Intentando volver a cerrar los ojos, noté un maravilloso olor a crêpes.
-¿¡Has hecho crêpes!?
-Solo para las que se levantan y actúan como seres humanos.
-Pues entonces, me da que hoy no desayuno.
-Anda venga no seas tonta, que se van a enfriar...
Salté del sofá y fui corriendo a la cocina. Ápice lo había preparado todo con la perfección que la caracterizaba, mi taza estaba milimétricamente alineada con la servilleta y en su interior había un capuchino con la espuma suficiente para sostener una de mis galletitas favoritas, en el centro de la mesa verde había un gran plato con unos seis crêpes doblados justamente por la mitad y alrededor del mismo, tres clases de siropes, chocolate, fresa, y por supuesto, caramelo.
-¡Oh!, no me lo puedo creer...
-Quería que en nuestro primer desayuno no nos faltara de nada, así que me levanté temprano, deshice la caja de la comida y de las tazas, ¡et voilà!
-No, no me refería a eso, no me puedo creer que te hayas olvidado de la nata, no tienes corazón.
Y era verdad, me encantaba chinchar a Ápice, siempre se lo tomaba bien, aunque para seguirme el rollo se hacía la ofendida.
-Si llego a saber que eres una desagradecida, en el capuchino te pongo arsénico...
-Alá, pues sí que ibas tú a empezar el día bien, una carga menos.
Las carcajadas de las que el ático ya estaba prácticamente acostumbrado, retumbaron en el techo e hicieron que en mi capuchino se formaran pequeñas ondas.
Después de desayunar, nos quedamos mirando a las cajas, quizás las dos coincidíamos en pensar que se desharían solas.
-Casualidad, ven vamos a empezar por el principio ¿te parece?, elijamos ya cada una su cuarto.
    Casualidad.

viernes, 11 de marzo de 2011

Aunque todo salga mal.

-Esta es la cuarta vez.

La débil luz de la cocina iluminaba la cara de Casualidad, y como era de esperar tras el largo y movido día de mudanzas, no podíamos con nuestras almas. Ella mantenía los ojos abiertos por educación hacia mi persona, aunque para sujetar el peso de la cabeza se ayudaba de la mano, cuyo brazo estaba apoyado despreocupadamente en la mesa de madera verde.

-¿Decías?


-Que es la cuarta vez que cambiamos de casa, y la verdad, no sé que pensar, porque a la tercera dijimos que iba la vencida.


-No te preocupes Casualidad, verás como aquí estaremos mejor que en cualquier otro sitio.

-¿Segura?

-No, por supuesto que no, pero si algo va mal ¿qué pasa? ¿vamos a llorar?, ¿lloramos las últimas tres veces acaso?.


-Tú sí.

Y era verdad, cada sitio que abandonábamos me recordaba que en realidad no hay un lugar en el mundo para mí, durante un minuto lloraba, pero después me hacía más fuerte y lo volvía a pensar. Nuestro hueco en el mundo se encuentra allá donde vamos, no tiene nombre fijo, somos nosotros mismos, si somos el instrumento por el que viviremos la vida que nos ha tocado ¿por qué no ser nuestro propio lugar en el mundo?. Mis manos son ahora mismo con las que firmaré mi primer contrato de trabajo, con las que acariciaré la mejilla de la persona que ilumine mis días, mis ojos los mismos que verán a mi pelo enblanquecerse, los mismo con los que veré por primera vez a la persona que complementará mi vida y los que no se podrán controlar por sí mismos para no mirarla a casa segundo. Soy yo misma, mi sitio es aquel que esté al lado de las personas que elijo. El lugar no importa, !bah!, es tan solo allí donde puedo colocar mi chaqueta, guardar todas mis libretas y libros, colocar las fotos, colgar los cuadros, un timbre al que llamar, o un sitio donde dormir, pero ni siquiera eso, podríamos dormir en mitad de un bosque, que ese sería nuestro sitio, nuestro presente al menos, y nuestro futuro ya se vería al amanecer.
¿Qué lugar tendría ahora el honor de ser nuestro sitio en el mundo?, de momento este ático.

-¿Sabes qué Ápice?

-Dime Casualidad...

-Que no me importa si sale bien o mal, porque estoy contigo, y sé que aunque nos quedemos debajo de un puente, nunca me vas a abandonar y tampoco vas a dejar de ser mi ''Pepito Grillo'', gracias Ápice.

-¡Huy qué sentimental te estás poniendo!, tú tienes más sueño que un perezoso, vámonos ya a dormir, que mañana es nuestro primer día aquí y tenemos cientos de cosas que hacer.

Esa noche, Casualidad se acostó en el sofá del salón y yo a su lado sobre el suelo en mi saco de dormir, porque además de no haber elegido todavía habitación, no teníamos ganas de ponernos a buscar la caja de las sábanas y hacer las camas.

Aunque pareciese increíble apenas dormimos, estuvimos hablando hasta bien entrada la madrugada, cuando se nos acababan los temas de conversación nos quedábamos en silencio y nos mirábamos, entonces Casualidad decía alguna tontería, yo le replicaba y terminábamos partiéndonos de risa. Nuestro pequeño ático lo escuchó todo y se familiarizó con nuestras voces, porque le prometimos, con mucha ilusión y sueño(s) quedarnos para darle guerra durante un tiempo...indefinido.

Son nuestros.

Nos faltan por hacer tantas cosas...lo primero, vaciar las cajas y cuando nos sobre tiempo, colgar todos los cuadros, ese souvenir tan hortera, del que te encaprichaste en Londres, ¿te acuerdas?....¿Casualidad?. Sinceramente cuando te hablo, no es que me apasione estar buscándote por toda la casa, no sé si lo sabes, pero...

-19, 20, 21 y 22 ¡22!, eso es ummm...

Casualidad acababa de aparecer por los escalones que dan a nuestro ático, con su libreta y su boli, según ella, ''de la suerte''¿tanto aburro a las personas como para que se pongan a contar escalones?. Sinceramente Casualidad era un caso a parte, se le podía denominar persona, pero otras veces más bien pensaba que era digna de estudiar.

-¿¡Se puede saber por qué no me escuchas cuando te hablo¡?

-¿Acaso has dicho algo interesante hoy?, anda pásame ese metro de ahí que voy a medir el ancho y el largo de los escalones...

-Ni de broma, ahora mismo me vas a ayudar a organizarlo todo.

-Ni lo sueñes, hasta mañana no muevo ninguna de esas cajas.

Casualidad señaló a una familia de cajas, que más que numerosa parecía una plaga, ¿cuántas habría?, ¿treinta?, ¿cuarenta?, ¿en cuántas cajas guardarías tú tu vida?.

-Venga, pásamelo, que es importante, además solo voy a tardar un ápice de segundo.

Mi mirada la fulminó, y aunque ella no lo viera su cabeza estalló en mil pedacitos.

-Lo que faltaba, ahora sí que no te lo doy, eres una, una, una...no me vuelvas a hablar en toda la tarde.

Después de un buen rato sentada encima de las cajas viendo como Casualidad medía los escalones triunfante, vino hacia mi, y me pidió perdón, bueno me pidió perdón a su manera, en su libreta hizo un dibujo de nosotras rodeadas de cajas y en el extremo del papel había escrito:

''Por casualidad, ¿quieres ser mi compañera en esta nueva aventura?''.

-Te perdono.

-¿Te he pedido perdón acaso?.

-Casualidad, nos conocemos... ni tú ni yo soportamos que hagan frases con nuestros nombres, y mucho menos a mala leche...

-Cierto.

Se sentó a mi lado con cautela y nos quedamos mirando a los escalones, quién sabe cuánto tiempo pasamos así ¿treinta?, ¿cuarenta minutos?.

''-Venga, pásamelo, que es importante, además solo voy a tardar un ''ápice'' de segundo.''

De pronto me abochorné de mi misma, avergonzarme de mi propio nombre no tenía perdón.

-Ven Casualidad.

Me asomé a la ventana y le indiqué a mi amiga que se colocara a mi lado.

-¿Qué pasa?

-Chilla tu nombre, venga, dilo bien alto, que todos los que pasen por ahí abajo se enteren, grita tu nombre y acéptalo tal y como es.

-Solo si tú haces lo mismo, ¿lo prometes?.

Me asomé a la ventana e hice algo que los demás calificarían de vergüenza ajena.

-¡¡¡Ápice!!!.

Casualidad se empezó a reír, me miró con cara de complicidad y siguió mis pasos.

-¡¡¡Casualidad!!!.

Nuestros nombres volaron por el aire, hicieron levantar la mirada a más de uno y rozaron caprichosamente los tejados de los edificios cercanos.¡Vaya dos locas que gritan a los cuatro vientos sus ganas de comerse el mundo!.


Ápice .

martes, 8 de marzo de 2011

Plaga de cajas

-Sí, por favor, déjelo por ahí.

-¿Por dónde?

-Un segundo...., ¡CASUALIDAD!, ¿subes o subes?.

-No sé si la casualidad subirá, pero mi destino ahora es marcharme.

No pasa nada, ya estaba acostumbrada a la cara que se le solía quedar a la gente cuando hablo de ella o con ella, pero para no romper la estúpida tradición de darle explicaciones a todos (como si fuese necesario), se lo dije.


-No se preocupe, no estoy loca, Casualidad es mi compañera de piso.

-Pues que...bonito nombre.

Casualidad apareció escalones arriba lentamente, seguramente contándolos.

-No puedo creer que haya tantos escalones, y ¿qué pasa si...?

-Casualidad, eres una exagerada, hacer un poco de ejercicio diario no nos vendrá mal.

-No en serio, imagínatelo, un día me estoy tomando un helado de chocolate mientras que monto en patines, se me cae al suelo, me resbalo, me caigo, me llevas al hospital y claro...mala cosa, escayola y para cuatro meses, y ahora dime, ¡DÍME! ¿cómo podrá llegar todos los días el pizzero hasta aquí sin pedir propina extra?.

-Eh...muchas gracias ya puede irse, dígales a los de la agencia que nos envíen una copia del contrato, y tome propina, que ha hecho usted mucho esfuerzo.

-No te pases con su propina, tenemos que ahorrar para la del pizzero, ¿ves? un problema más...

-¿No quieren las señoritas que las ayude a cargar lo que queda abajo?.

-No, muy amable, creo que Casualidad va a encargarse de eso, ya sabe, para aprovechar el tiempo hasta que se rompa una pierna...

-Sí, sí tu ríete, pero que sepas que vas a ser tú la que pague todas las propinas y si me apuras ¡las pizzas!.


Ápice.